Es habitual encontrar noticias en prensa de municipios donde algunos habitantes se quejan del sonido (que no «ruido») de los cencerros de la vacas, los cantos de los gallos o las campanas de las iglesias. Incluso, también ha habido noticias de alcaldes que han optado por cerrar alguna explotación para no «molestar» a los visitantes.

En Francia, el alcalde de Gajac, pueblo de 400 habitantes en Gironde, al suroeste del país, nos sorprende gratamente, con un anuncio totalmente distinto. En una carta abierta a los parlamentarios pide que inscriban estos sonidos rurales como patrimonio nacional, que sería un primer paso antes de «su registro en el patrimonio intangible de la Unesco.
Un diputado francés ya ha anunciado que quiere presentar un presentar un proyecto de ley en este sentido.
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