El último número de la revista del servicio de estudios económicos del USDA publica un interesante artículo sobre los obstáculos que afronta Brasil para mantenerse como una superpotencia exportadora de productos agrarios.
Brasil es el mayor exportador mundial de productos agrarios a nivel global, siendo el primero también en algunos productos concretos como azúcar, bioetanol, carnes de vacuno y pollo, café, zumo de naranja y tabaco, así como de soja en alguna campaña en que ha superado a EEUU.
La emergencia de Brasil como potencia exportadora se ha debido en gran medida a su estabilidad económica, a la introducción de medidas legales que han apoyado las inversiones en el sector, así como a la disponibilidad de nuevas tierras para dedicar a la producción agraria.
La estabilización de la moneda en los años 90, con la introducción del real que sustituyó al cruceiro, detuvo la galopante inflación de entonces (más del 1.00% anual). A finales de los 90, la depreciación del real, en libre flotación, hizo que Brasil tuviera unos costes muy bajos de producción, fomentando una rápida expansión de la producción agraria, que se vio además fomentada por la liberalización de inversiones, las privatizaciones de empresas estatales y la entrada de las grandes empresas multinacionales del sector.
Todo este crecimiento se enfrenta ahora a nuevos desafíos, que básicamente son:
– Un marco macroeconómico más inestable, con una moneda apreciada y con intereses más elevados
– Un acceso limitado a la financiación, debido tanto a los elevados tipos de interés como a un alto grado de endeudamiento del sector agrario.
– Un menor ritmo de expansión de las tierras agrícolas, debido más a la falta de crédito que a la existencia de tierras, ya que actualmente se cultivan 62 millones de ha y solamente en El Cerrado hay otros 69 millones de ha más que se podrían convertir a la agricultura, existiendo además la reserva de la Selva Amazónica. La expansión de las tierras agrícolas a costa de los espacios naturales tiene, no obstante, muchas objeciones desde el punto de vista medioambiental.
– Deficientes transportes y cuellos de botella en los canales de comercialización que minan la competitividad por mayores gastos y retrasos en la comercialización.
– Continuas restricciones en las exportaciones por motivos sanitarios y fitosanitarios.
– Aumento de la demanda interna, especialmente la derivada de la industria de los biocarburantes, que puede afectar en gran medida a la disponibilidad de excedentes exportables, especialmente en el caso de oleaginosas y azúcar. Además la creciente urbanización y aumento del nivel de vida de la población ha hecho que se incremente la demanda de los consumidores, tanto en cantidad como en calidad.
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