Investigadores de la Universidad Tufts de Boston han realizado un interesante trabajo interesante sobre la base genética de la diferente percepción sensorial de los alimentos.
Utilizando el compuesto 6-n-propilthiouracil (PROP) se ha clasificado a las personas en función de que perciban o no su sabor amargo. En la raza blanca aproximadamente un 25% de los individuos no lo perciben (no tasters); un 50% lo perciben de forma moderada (médium tasters) y un 25% lo perciben intensamente (super tasters). El ser de uno u otro grupo es una característica genética de cada persona que se puede determinar con un test simple.
Esta sensibilidad al PROP está correlacionada con la sensibilidad a otros sabores y las personas que son más o menos sensibles a la percepción del amargo del PROP también lo son a la percepción de los sabores amargo en general, dulce, picante etc.
Esta diferencia genética marca también preferencias por determinados tipos de alimentos sobre otros, de forma que por ejemplo los non-tasters tienen más tendencia a consumir alimentos grasos y por tanto al sobrepeso y la obesidad.
En un estudio sobre mujeres de 40 años se observó que las que eran super tasters tenian por término medio menor índice de masa corporal que las medium tasters y las non tasters. En hombres no se ha encontrado sin embargo esta correlación entre peso y sensibilidad a los sabores.
En las preferencias alimentarias hay muchos factores del ambiente, incluida la cultura de la alimentación. Sin embargo, el conocimiento de las bases genéticas puede aportar una valiosa información de utilidad para la industria alimentaria y la ciencia de la nutrición.
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