Según un estudio realizado en EEUU en animales de laboratorio, el consumo continuo de alcohol causaría más daño al hígado que el consumo ocasional de grandes cantidades; el denominado en los países anglosajones “binge drinking”, asociado a personas que no beben a diario pero que se propasan en los fines de semana.
En el estudio se ha visto que el alcohol causa daños al hígado de forma distinta según el patrón de consumo, entendiendo estos daños como los cambios en la expresión de los genes para adaptarse a los efectos tóxicos del alcohol, que se dan en mayor medida cuando la ingesta de alcohol es continua que cuando es ocasional, aunque la cantidad total sea la misma.
Estos cambios adaptativos explicarían porqué las personas que desarrollan enfermedades hepáticas por el abuso del alcohol continúan con ellas incluso meses después de eliminar su consumo e incluso empeoran en los primeros meses de abstinencia, al tener genéticamente programado su hígado a trabajar bajo la influencia del alcohol.
En el estudio se ha comparado el hígado de ratas a las que se había suministrado una alta dosis de alcohol, con otras a las que se había suministrado una dosis equivalente durante un mes, encontrando que los cambios genéticos se producen en mayor medida en las que tienen un consumo de alcohol cotidiano.
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