Juan José Jiménez Morandeira lo tuvo claro desde muy joven. Con tan sólo 16 años decidió ser agricultor y trabajar rodeado de almendros. Hoy tiene 41 años y duda de si escogió el mejor camino: “El campo es muy bonito, pero hace falta llevar dinero a casa, con lo bonito no se come. Los agricultores nos hartamos de trabajar y también de rezar para tener una climatología favorable. Pero, ¿de qué nos sirve tener una buena cosecha si luego no podemos poner precio a nuestros productos?”, se lamenta Jiménez Morandeira, un socio de ASAJA Málaga que está sufriendo el derrumbe de precio de su sector. “Si tuviera 60 años esperaría a la jubilación, pero con 41 ¿qué hago? ¿qué me queda, vivir pendiente de alguna subvención? Los agricultores no queremos subvenciones, queremos que nuestros productos valgan, pedimos de manera incesante una ley de precios, que establezca un mínimo que defienda al productor y un máximo que proteja al consumidor, pero las autoridades no nos hacen caso, ni siquiera salen a dar la cara en las concentraciones”, añade.
Este joven agricultor tiene una explotación de 81 hectáreas de almendros en Almogía. Hace años recogía la almendra de manera manual, y para ello contaba con una nutrida cuadrilla de personas. Decidió apostar por la maquinaria y se hizo con un vibrador de paraguas, un artilugio que zarandea el árbol, cayendo la almendra dentro del paraguas. Luego le quita la cáscara y la pasa a un remolque. El trabajo que antes hacían más de 25 personas ahora lo desarrolla una sola. Y ni así salen las cuentas.
Montes abandonados
Y es que, los agricultores que se dedican al cultivo de la almendra coinciden en afirmar que no recuerdan una crisis de precios como la actual. “Tenemos precios de hace treinta años con costes que no para de aumentar. Esto es inadmisible, el almendro de Málaga acabará desapareciendo y luego la Administración lo lamentará, cuando vea montes abandonados, pastos para incendios”, añade Jiménez Moranderia.
Carlos López, otro agricultor de Campillos que también tiene una explotación de castaños, corrobora estas palabras: “Mientras más almendra cojo, más dinero tengo que poner de mi bolsillo. Por cada kilo de almendra que recojo tengo que poner 30 pesetas. Llevo cuarenta años dedicado a este cultivo y jamás he visto una crisis como la actual. A uno se le quitan las ganas de seguir con esto”, se lamenta.
Los precios están por los suelos. Un kilo de almendra en pipa (es decir, sin cáscara) ronda los dos euros, o lo que es lo mismo, un kilo en cáscara se vende a 40 céntimos el kilo. Sin embargo, se considera que una explotación deja de ser rentable por debajo de cuatro euros el kilo en pipa. “Con estos precios, aunque prescindas de la mano de obra no hay quien soporte la campaña y por eso mucha gente está dejando de coger la almendra”, apostillan los agricultores, que dicen sentirse indefensos ante este panorama. “Estamos en plena crisis, sin trabajo, y el campo, que con las distintas campañas puede contribuir a paliar esta situación, no existe para las administraciones. Yo –añade Carlos López- cuento con 25 personas, es una cuadrilla grande, pero si la cosa sigue así otro año no recogeré la almendra. Ese trabajo se pierde”.
Menos snacks y turrones
Nadie acierta a definir los motivos del derrumbe de precios, pero lo cierto es que este año no ha habido sector que se salve. En el caso concreto de la almendra, el motivo podría encontrarse en la entrada de almendra procedente de California, que concentra el 80% de la producción mundial y que aunque no es de la misma calidad que la malagueña porque al ser de regadío no resulta tan dulce, tiene un precio con el que no se puede competir: 1,80 euros el kilo.
Y, ¿cómo se explica que con este precio resulte rentable a los americanos? Según Jiménez Morandeira, la explicación es clara. En Málaga, una hectárea produce una media de 500 kilos de almendras en cáscara y a ellos una misma hectárea les produce entre 5.000 y 6.000 kilos. “Ellos tienen los almendros como nosotros aquí los olivos”, aclara.
Otros factores que están influyendo en los bajos precios son la caída de snacks en bares, que se cifra en un 35 %, y una bajada de la demanda para turrón.”La bajada del dólar respecto al euro es otro factor a tener en cuenta”, comenta Benjamín Faulí, técnico de ASAJA, al tiempo que recomienda que “se controle el etiquetado de la almendra foránea para que no se venda como española”.
El escaso número de compradores de almendras contribuye también a la caída en picado de los precios. En España, dicen los agricultores, hay cuatro o cinco compradores y ellos son los que fijan los precios. Así las cosas, la almendra vive una de sus peores campañas y ASAJA Málaga solicita que se preste atención a este sector, que con una superficie de una 20.000 hectáreas, produce una media de 8.000 toneladas al año, lo que genera en nuestra provincia unos ingresos de una seis millones y medios de euros.
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