Los grandes incendios forestales, cada vez más frecuentes por la crisis climática, se han convertido en una de las principales amenazas ambientales y sanitarias del siglo XXI. España vivió en 2025 uno de los peores años de su historia reciente, con cerca de 400.000 hectáreas calcinadas. Según el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), estos episodios no deben considerarse desastres naturales, sino “desastres humanos”, ya que su origen está estrechamente ligado a la actividad y gestión del territorio.
Investigadores del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA-CSIC), en Barcelona, trabajan dentro del proyecto europeo FIRE-RES para aumentar la resiliencia frente a los incendios mediante soluciones tecnológicas, económicas y sociales. Entre sus líneas de estudio, destacan los trabajos sobre la exposición de los bomberos forestales a los contaminantes que libera el fuego, tanto en incendios como en quemas prescritas, que se realizan para prevenir fuegos futuros eliminando combustible vegetal.
Exposición a contaminantes y riesgos laborales
Los análisis realizados por el IDAEA entre 2022 y 2024 en Cataluña han demostrado que los bomberos encargados de iniciar las quemas controladas —los denominados antorcheros— son quienes presentan una mayor exposición a partículas tóxicas. Su dosis diaria de hollín y compuestos orgánicos cancerígenos como los hidrocarburos aromáticos policíclicos (HAP) resulta cinco veces superior a la del resto de brigadistas. En turnos de cuatro horas, estos trabajadores superan los límites de seguridad para la inhalación de partículas procedentes del humo.
El equipo científico ha utilizado pulseras de silicona para absorber los contaminantes del aire y sensores geolocalizados que miden en tiempo real las partículas en suspensión menores de 2,5 micras (PM2.5), capaces de penetrar hasta los alveolos pulmonares. Los resultados, publicados en las revistas Atmospheric Environment y Chemosphere, confirman la presencia de HAP en concentraciones elevadas en el aire que respiran los bomberos durante las labores de extinción o control del fuego.
Efectos sobre el cerebro y la salud humana
La Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) clasificó en 2023 la exposición laboral de los bomberos como cancerígena, asociada a tumores de vejiga y mesotelio. En el IDAEA-CSIC, la investigadora Carmen Bedia ha ido más allá, analizando cómo los contaminantes del humo afectan a células humanas. Utilizando extractos de filtros tomados de los trajes de los bomberos, su equipo los expuso a organoides cerebrales humanos, detectando alteraciones en lípidos esenciales para el funcionamiento y desarrollo del cerebro. Estos cambios podrían favorecer procesos de envejecimiento prematuro o enfermedades neurodegenerativas.
Prevención y recomendaciones
Los investigadores recomiendan el uso de mascarillas FFP2 durante las tareas de mayor riesgo, así como reducir la duración de los turnos y rotar las funciones para disminuir la exposición individual. Estas medidas podrían aplicarse también a la población que se ve expuesta al humo durante los incendios forestales.
El CSIC subraya que el conocimiento científico es esencial para diseñar políticas públicas más eficaces frente a los incendios de sexta generación, caracterizados por su extrema intensidad, y para proteger la salud de quienes luchan cada verano contra las llamas.
Política de comentarios:
Tenemos tolerancia cero con el spam y con los comportamientos inapropiados. Agrodigital se reserva el derecho de eliminar sin previo aviso aquellos comentarios que no cumplan las normas que rigen esta sección.