La pobreza energética, definida como la imposibilidad de acceder a los recursos energéticos necesarios para servicios esenciales como la calefacción o la refrigeración, sigue siendo un desafío urgente en la Unión Europea, especialmente en el medio rural. Así lo confirma el nuevo informe del Centro Común de Investigación (JRC), que examina los retos y oportunidades energéticas en el ámbito de la vivienda rural en la UE.
Según el análisis, las zonas rurales presentan niveles más altos de pobreza energética que las áreas urbanas, debido a una combinación de ingresos más bajos, viviendas más antiguas y de mayor tamaño, y un mayor gasto energético. Esto repercute directamente en la salud y el bienestar de los hogares, agravado por fenómenos extremos como las olas de calor o los inviernos prolongados.
Un índice adaptado a la realidad local
El estudio propone un nuevo índice de pobreza energética que combina la proporción del gasto energético de los hogares con cuatro indicadores clave:
- La incapacidad de mantener una casa lo suficientemente cálida,
- La tasa de personas atrasadas en el pago de sus facturas de servicios públicos,
- La proporción de hogares con goteras en el techo, paredes, pisos o cimientos húmedos y podredumbre en los marcos de las ventanas o los pisos.
- La tasa de riesgo de pobreza (la proporción de hogares donde el ingreso disponible es inferior al 60% del promedio del país).
Los resultados muestran que países como Bulgaria, Rumanía y Grecia presentan los mayores niveles de pobreza energética rural, seguidos por Portugal, Croacia, Chipre y Lituania en un nivel moderado.
Además, el análisis identifica que satisfacer las necesidades energéticas en las zonas rurales es más difícil debido a las condiciones climáticas y al tipo de edificación, especialmente en regiones frías como Letonia, Estonia, Suecia o Lituania, donde el envejecimiento del parque inmobiliario y la vulnerabilidad económica se combinan.
Renovaciones y autoconsumo como palanca de cambio
Pese a los desafíos, las zonas rurales lideran en la implementación de mejoras de eficiencia energética. Entre 2018 y 2023, el 29 % de los hogares rurales realizaron reformas para mejorar el rendimiento energético, frente al 25 % en pueblos o suburbios y el 23 % en ciudades. Estas mejoras incluyen aislamiento térmico, sustitución de ventanas o instalación de sistemas de calefacción más eficientes.
Por otra parte, el potencial del autoconsumo renovable es notablemente mayor en el medio rural. Gracias a una mayor disponibilidad de tejados y a una alta tasa de propiedad (el 78 % de las viviendas rurales son propiedad de sus ocupantes, frente al 55 % en ciudades), la instalación de paneles solares resulta especialmente viable. El informe estima que la energía fotovoltaica en tejados rurales podría generar 2.200 kWh por habitante al año, cubriendo hasta el 37 % del consumo energético medio de un hogar.
La pobreza energética como prioridad de la transición
La pobreza energética afecta ya a 48 millones de europeos, según Eurostat, y se perfila como uno de los principales desafíos en la transición energética de la UE. A la vulnerabilidad tradicional vinculada al invierno se suma ahora la pobreza energética estival, agravada por el cambio climático. En este contexto, las soluciones locales adaptadas a cada territorio serán fundamentales para garantizar una transición energética justa, inclusiva y eficaz.
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