La FAO ha publicado un informe sobre los insectos comestibles con el fin de analizar las diversas ventajas y desventajas de esta proteína y en especial, desde la perspectiva de seguridad alimentaria. El informe se titula «Looking at edible insects from a food safety perspective. Challenges and opportunities for the sector».
Por un lado, los insectos comestibles son una buena fuente de proteínas, ácidos grasos, vitaminas y minerales, aunque el perfil nutricional depende de la especie de insecto, convirtiéndolos en una potencial fuente de alimento para la dieta humana. Por otro lado, los insectos también pueden ser precursores de una alimentación sostenible y nutricionalmente beneficiosa para los animales.
Además, como puede verse en el cuadro adjunto, en comparación con otras fuentes de proteína animal, la de insectos es la que tiene menor necesidad de pienso, menor huella hídrica, menores emisiones en equivalente de CO2 y menor uso del suelo, es decir, se trata de la proteína que genera menor impacto medioambiental.
No obstante, los insectos comestibles también pueden estar asociados con una serie de potenciales peligros para la seguridad alimentaria. En el informe de la FAO se abordan algunos de los principales peligros para la seguridad alimentaria que deben tenerse en cuenta, incluidos los agentes biológicos (bacterianos, virales, fúngicos, parasitarios) y contaminantes químicos (pesticidas, metales tóxicos, retardantes de llama).
Los riesgos son mayores cuando los insectos se recogen de la vida silvestre y se comen en crudo. Los insectos de granja se producen en condiciones higiénicas controladas e implementando técnicas de procesado sanitario que reduce los riesgos como la contaminación microbiológica.
Un área importante de consideración de la seguridad alimentaria es la calidad e inocuidad del pienso o los sustratos utilizados para la cría de insectos. Se está explorando el uso de materias primas alternativas a los piensos convencionales como sustratos potenciales para la producción masiva de insectos. Algunas de estas materias primas podrían incluir los desperdicios de alimentos, subproductos agrícolas o estiércol de granjas ganaderas.
Los insectos y crustáceos (camarones, langostinos, etc.) pertenecen a la familia de los artrópodos. Si bien las reacciones alérgicas a los mariscos son bien conocidas, los posibles riesgos alergénicos asociados con el consumo de insectos comestibles, actualmente, necesitan más investigación.
El informe de la FAO no entra en consideraciones tales como la falta de popularidad de la proteína de insectos entre los consumidores o la aceptación de sabores y texturas. Tampoco evalúa el impacto que unas y otras proteínas tienen en el mundo rural.
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