El pasado 14 de junio de 2018, se han realizado las primeras visitas con agricultores de La Rioja a los campos de ensayo de cereal, son ensayos realizados en el proyecto “Control Sostenible de enfermedades foliares en cultivos extensivos de La Rioja”.
Este proyecto está enmarcado dentro del Programa de Desarrollo Rural 2014-2020, tiene una duración de tres años, y ha sido cofinanciado por FEADER, Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente y Gobierno de La Rioja.
Los participantes en el proyecto son cuatro entidades: ARAG-ASAJA, SIAR, Cooperativa El Cierzo y AIMCRA como coordinador del proyecto y anteriormente también de la creación del grupo operativo.
En esta visita se han podido obtener las primeras estimaciones del comportamiento de las diferentes variedades sembradas de cereal a enfermedades foliares en los campos demostrativos ubicados en Villalobar de Rioja y Logroño.
En este proyecto también se realizarán visitas a los dos campos de ensayo del cultivo de la remolacha azucarera, del que estudiará el comportamiento de las distintas variedades sembradas a enfermedades como la cercospora, en este caso en las parcelas ubicadas en Bañares y Anguciana.
Ambos ensayos se han llevado a cabo a través de una estrategia de manejo integrado de plagas para poder controlar las enfermedades de la cercospora en la remolacha y de la roya en el trigo. Todo ello mediante la combinación de las variedades menos sensibles a las enfermedades, el uso racionalizado de los fungicidas y la búsqueda del umbral de tratamiento óptimo con modelos de predicción de riesgo.
El objetivo principal de este grupo operativo es el manejo integrado de plagas adaptadas a las condiciones agroclimáticas de La Rioja y de acuerdo con la directiva del uso sostenible para el control de las enfermedades foliares de la remolacha azucarera y del trigo. Con los resultados se redactará un proyecto, el cual será directamente útil en todas las explotaciones agrarias de La Rioja donde se cultiven remolacha azucarera y trigo.
Se trata de que el agricultor pueda disminuir el empleo de productos fitosanitarios y al mismo tiempo no pierda efectividad en la lucha contra las enfermedades. Esto se consigue mediante el empleo de variedades más tolerantes a la enfermedad que ya están disponibles en el mercado, la realización de prácticas culturales concretas y finalmente, un uso racional de los productos fitosanitarios, que sin perder eficacia reduzca el empleo de materias activas.
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