La diversidad sembrada, es decir, plantar diferentes especies forrajeras en prados intensivos ayuda a mantener un nivel bajo de malas hierbas, en comparación con los sistemas basados en monocultivos. Así lo señala un estudio de la Universidad de Lleida (UdL) y el Centro de Ciencia y Tecnología Forestal de Cataluña (CTFC) recientemente publicado en la revista científica Journal of Applied Ecology. La investigación, coordinada por la profesora de la UdL Teresa Sebastián, ha implicado pruebas en 31 localizaciones de Europa y Canadá.
Los investigadores han hecho el experimento a escala continental en diferentes climas: desde la zona mediterránea (Aragón, Cataluña, Cerdeña) hasta el subártico (Islandia, norte de Noruega), y en Canadá. La mezcla de dos leguminosas y dos gramíneas – una de rápido establecimiento y una persistente en cada uno de los grupos- ha demostrado el control de malas hierbas y una reducción de la necesidad de fertilizantes nitrogenados respecto de los monocultivos. La profesora de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Agraria (ETSEA) de la UdL destaca que «prácticamente cualquier mezcla que combine atributos funcionales seleccionados puede proporcionar estos beneficios de reducción de malas hierbas, que se mantienen en el tiempo en un amplio rango de condiciones ambientales »
El estudio, en el que también han participado investigadores del CREAF, muestra que la biomasa media de malas hierbas en el conjunto de las localidades fue un 52% más baja que en el monocultivo más supresor, llegando hasta el 75% en algunos lugares. En Cataluña, la localidad pirenaica de Gósol mostró uno de los porcentajes más elevados de supresión de malas hierbas del experimento, aunque los beneficios sobre la productividad fueron modestos.
El crecimiento descontrolado de malas hierbas puede disminuir la calidad y la cantidad del forraje. Suprimirlas favorece una producción forrajera sostenible de calidad. Teresa Sebastián explica que «estos beneficios se añaden a resultados anteriores que mostraban cómo la diversidad sembrada tenía un efecto positivo sobre la productividad de los sistemas agrícolas y sobre su estabilidad».
Otro estudio desarrollado por el grupo de Sebastián, que fue portada de la revista Plant and Soil, ya había demostrado que las mezclas de forrajeras disminuían las emisiones de gases de efecto invernadero y las pérdidas de nitrógeno del suelo.
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