La desertificación es un fenómeno que forma parte de los grandes retos ambientales de nuestro tiempo. Todavía muchas personas no han oído hablar de él o no lo entienden. El Día Mundial de la Lucha contra la Desertificación, que cada año celebra Naciones Unidas, intenta luchar contra este problema y hace hincapié en la necesidad de impulsar sistemas alimentarios sostenibles para combatirla.
Aunque en un principio la desertificación se identifica con un proceso de invasión de las dunas de arena sobre la tierra, hay que tener en cuenta que se trata de un fenómeno más complejo. Consiste en la degradación persistente de los ecosistemas de tierras áridas por las actividades humanas -incluyendo la agricultura insostenible, la minería, el sobrepastoreo y la tala de bosques- y por el cambio climático.
Entre las causas de la desertificación se identifican:
• La eliminación de la cobertura vegetal del suelo.
• La sobreexplotación ganadera que agota la cubierta vegetal y erosiona la capa superficial del suelo.
• La agricultura intensiva que agota los nutrientes del suelo.
• La erosión hídrica y eólica contribuyen al daño. Remueven la capa superficial del suelo y producen una mezcla estéril de polvo y arena.
«La velocidad de degradación de las tierras provocada por la sequía y desertificación es de 23 hectáreas por minuto».
La degradación de las tierras y la desertificación menoscaban los derechos humanos, entre los que se encuentra el derecho a la alimentación. Un gran porcentaje de la los 800 millones de personas padecen subnutrición habitan en las tierras degradadas de los países en desarrollo. De hecho el 74% de los pobres (42% de pobreza extrema y el 32% de pobreza moderada) son directamente afectados por la degradación del suelo a nivel mundial (1).
Degradamos 12 millones de hectáreas de tierras productivas cada año, equivalente a la superficie de Honduras o a la extensión conjunta de Castilla y León, Asturias y Cantabria, hecho que supone la pérdida de producción de 20 millones de toneladas de cereales, cantidad aproximada de la producción de cereales de España.
La emisión del 25% de gases de efecto invernadero que contribuyen el cambio climático, se producen por las actividades humanas en los suelos degradados. El cambio climático y el uso insostenible de la tierra, en particular por la agricultura, están contribuyendo a la disminución de los recursos de agua dulce en todas las regiones del mundo.
“El que algo quiere, algo le cuesta. Tenemos que invertir en suelos sanos”.
Se debe garantizar en todo caso y sin exclusiones los derechos a la alimentación, al agua y a la seguridad humana. Debemos cambiar el rumbo y asegurar que cada hectárea de tierra pueda proporcionar agua dulce y alimentos. La Agenda post 2015 de las Naciones Unidas establece que es necesario invertir en suelos sanos neutralizando de esta manera la degradación de las tierras.
El Secretario General de las Naciones Unidas Ban Ki-moon ha declarado recientemente que nuestras vidas y nuestras civilizaciones dependen de la tierra y que es imprescindible invertir en suelos sanos para asegurar el derecho al agua dulce y a la alimentación de toda la población mundial.
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