La diseminación del parásito Trichinella spiralis, causante de la triquina, por toda Europa, el norte de África y América fue debida a los viajes de las personas y el trasnporte de los animales, según ha puesto de manifiesto un estudio del Servicio de Investigación Agraria de EEUU (ARS). T. spiralis se esconde en el tejido muscular de los cerdos y otros mamíferos, y puede infectar a las personas si se consume carne contaminada que ha sido insuficientemente cocinada.
Los investigadores usaron el ADN de Trichinella recogido en 28 países de cuatro continentes para evaluar los vínculos potenciales entre la distribución geográfica de los parásitos, la diversidad de especies, y sus hospedadores.
Con el tiempo, los rasgos genéticos de un patógeno pueden cambiar mientras el patógeno se extiende más allá de su área original y llega a ser aislado. Las barreras geográficas previenen el contacto entre las nuevas poblaciones y mantienen las mutaciones genéticas que se producen en cada grupo como únicas. Estas mutaciones pueden ser usadas para identificar los vínculos entre individuos en cada población y para poder comparar unas poblaciones con otras que se han extendido a otras áreas.
Aunque se piensa que T. spiralis ha existido por lo menos 20 millones de años, los científicos se encontraron con la sorpresa de que entre las muestras del parásito de Europa, el norte de África y América, el ADN tenía una uniformidad relativa. De hecho, los análisis estadísticos agruparon las 44 muestras de todas las regiones evaluadas en un solo grupo de alto grado de semejanza genética, que se denominó «occidental».
Esta evidencia indica que los parásitos de T. spiralis encontrados en Europa se desarrollaron después de la domesticación del cerdo. Los colonizadores que fueron a América llevaron cerdos como alimento, los cuales estaban infectados con T. spiralis.
Los investigadores consideran que los viajes humanos fueron la principal causa de la diseminación de T. spiralis por todo el Nuevo Mundo. También creen que estos patrones de migración explican el alcance limitado de diversidad genética observado en los aislados europeos, africanos y americanos de T. spiralis.
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