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Está aquí: Home / Medio ambiente / Agua y sequía / AGPM: La guerra del agua

           

AGPM: La guerra del agua

01/04/2008

Numerosos comentaristas dan por hecho en la prensa y en tertulias radiofónicas que en el Siglo XXI, y luego en adelante, va a desencadenarse una especie de guerra planetaria por el agua. El agua, dicen, es un bien escaso. No lo parece viendo el planeta desde el espacio exterior –ya que se ve todo lleno de agua casi desde cualquier punto de vista. Solo algo más de una miserable quinta parte emerge de los Océanos en forma de Territorio. Lo que sí parece escaso, pues, es el Territorio (y no precisamente el Océano). Claro está que los comentaristas se refieren al agua dulce y no a la salada –que no resulta muy aprovechable para buena parte de los seres vivos a causa de su concentración mineral. Pero no olvidemos que aún tenemos el Sol, que evapora todos los años 425.000 kilómetros cúbicos de agua de mar para alimentar las nubes, las cuales, éstas sí, contienen agua dulce, apta para nuestro consumo personal y para la mayor parte de la vegetación existente.

Pues bien, no parece que falte agua, como dicen, y que a corto plazo tengamos que partirnos la cara por unos cuantos metros cúbicos aquí o allá. La lluvia total sobre el territorio es de 110.000 kilómetros cúbicos cada año. Suponiendo que esta cantidad de agua “se perdiera” (cosa que no ocurre) el depósito marino tendría reservas para más de 4.000 años. No parece, pues, que el agua sea un “bien escaso”. El problema está quizás en la “captación” de agua, que no está del todo bien organizada. Para hacernos una idea, España, que es un país relativamente seco, recibe lluvias anuales del orden de los 200 kilómetros cúbicos; y resulta que solamente somos capaces de utilizar (a pesar de la célebre política pantanosa del Generalísimos Franco) poco más de unos 20 kilómetros cúbicos. De éstos, sacamos agua para nuestras ciudades, nuestras industrias, y para los regadíos (gracias a los cuales la balanza de pagos agraria de España comenzó a estar equilibrada hacia los años 90 –aunque es cierto que hoy en día estamos un poco por encima del equilibrio).

¿No será que hemos sido poco eficaces “en captar el agua de la lluvia” más que otra cosa? Antes, ya en tiempos del Imperio Romano, la gente construía cisternas, que llenaban desde los tejados de las casas cuando llovía. En Francia, por allá los años 1700 (incluso antes), construyeron toda una red de transporte fluvial (grandes canales navegables), que les permitían llevar las mercancías en barcazas (al estilo de los Países Bajos), incluso desde el Atlántico hasta el Mediterráneo. ¿Por qué esta red que ya existe no la “alimentan” con reservas hídricas creadas en las “zonas altas” para repartir el agua por todo el territorio francés? No les faltaría el agua jamás en parte alguna de su fértil país. Igual podrían hacer Alemania, Polonia y (no hay que decirlo) Rusia: En la Liberia hay una enorme cantidad de agua, que solo espera alguien que la almacene y luego la mande a donde haga falta. Mucha parte del recorrido es del todo llano; y si hace 5000 años hicieron “a mano” la Gran Muralla, ¿por qué ahora las grandes máquinas no pueden hacer “el Gran Canal” de la China? Y la India, ¿por qué no puede recoger agua del Himalaya? ¿Creen Uds. que esto es imposible?

En cuanto a América del Norte, tienen el Canadá, que es enorme, y no vive allí casi nadie. ¿Por qué no puede el Canadá mandar unos pocos kilómetros cúbicos de los que recibe por la lluvia anual hacia abajo, si en Méjico los necesitan? ¿Para esto vamos a hacer una guerra del agua? ¡Por favor! Bueno, pues en el Canadá llueve la bagatela de unos 10.000 kilómetros cúbicos al año, y necesitan más o menos lo que España (o sea unos 20).

De América del Sur no vale la pena hablar cuando tienen el Amazonas y el Orinoco, así como el Paraná, pongamos por caso.

El caso de África es más complicado, no cabe duda, y necesitaría un estudio detallado que aquí no podemos hacer. Pero soluciones las hay y se pueden llevar a cabo.

Hay que enfocar en todo el mundo el problema, y hacerlo bien. Hay que captar más agua de las lluvias y conseguir que esta agua sea utilizada por la vegetación salvaje, o por la cultivada en regadíos, para que (acto seguido) se formen nuevas nubes y vuelva a llover. Hay que reforestar grandes áreas del territorio que se han talado sin precaución alguna (es decir, sin replantar una superficie equivalente a la que se corta) para conservar operativas las máquinas naturales de reciclaje del agua de lluvia que tenemos: Cuantos más puntos de “evaporación” tengamos activo más lloverá en el futuro. Cuanta más agua consigamos llevar a la cobertura vegetal lentamente, para que se recicle en filtraje bioquímico y evapotranspiración (que es aún mejor), mejoraremos a la vez la vegetación y el clima: No habrá escasez de lluvia. No hay que hacer guerras del agua. Hay que hacer buena captación y buen uso del agua. Hay que reconocer que la naturaleza es sabia, y que el uso natural del agua es superior al artificial. Todo el agua agrícola y forestal se inscribe en el ciclo natural y debe ser potenciada y priorizada. En ello va la vida del planeta y también la paz del agua. Nunca la guerra del agua.

No vale la pena matarse por unos metros cúbicos de agua, cuando cada año llueve 110.000 kilómetros cúbicos del líquido elemento completamente filtrado, limpio e inmaculado. Y llueve directamente sobre nuestras cabezas. No seamos burros.

Agustín Mariné
Presidente de la Asociación General de Productores de Maíz de España (AGPME)

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