La Asociación General de Productores de Maíz de España (AGPME) solicita a los poderes públicos que la biotecnología, el uso de OGMs en el sector agrario, debe recibir un impulso contundente de cara a normalizar el trabajo de lo agricultores, al tiempo que establecer criterios y referencias claras en relación a las siembras y manejo de los transgénicos.
A juicio del AGPME y después de diez campañas de uso de maíces Bt, al agricultor y ganadero así como todos los que intervienen en procesos industriales posteriores, manifiestan los aspectos positivos de una cosecha Bt como el maíz, que procura mejores rendimientos, mejor calidad sanitaria del grano y añade aptitudes medioambientales en el transcurso cultivo de enorme interés.
Las trabas aireadas por algunos grupos ecologistas respecto a riesgos para la salud carecen a estas alturas de fundamento. Mientras en la UE por razones específicas de los políticos de cada país toman decisiones de lo más chocante, en el mundo el cultivo de los transgénicos no para de crecer y su uso es del todo generalizado.
Como consecuencia inmediata la UE está entrando en un arriesgado déficit de materias primas teniendo que importar para consumo humano y animal aquello que prohíbe producir en su territorio, con lo cual generamos una hipocresía de difícil explicación:¿No podemos producir, pero sí consumir?.
La Agencia Europea de Seguridad Alimentaria es la responsable de los dictámenes para la aprobación de los transgénicos y sus respectivos informes a estas alturas no dejan lugar a dudas. El rigor, la exigencia y el seguimiento que se hace a estos materiales en los estados miembros antes de su aprobación, no tienen parangón en ninguna otra cosecha.
Simplemente ocurre que las variedades de maíz Bt se defienden solas frente a las plagas de taladros que muerden el cultivo, por lo que hacen innecesario el empleo de insecticidas para su control y este avance y
otros que deberían promocionarse procuran a los consumidores en particular y a la sociedad en general enormes ventajas a precios asequibles sin depender de importaciones de terceros países cuyas garantías sanitarias podrían resultar como mínimo dudosas.
El AGPME insiste en que el bloqueo a los transgénicos debe cesar de inmediato y las administraciones públicas tomar decisiones urgentes para paliar las consecuencias que pueden ser irreversibles por la no utilización de tecnologías modernas para la producción de alimentos y que se traduce en la ruina de sectores como el ganadero, la carestía de productos básicos como los cereales y una falta de competitividad generalizada y de estímulo para la investigación y los avances tecnológicos imprescindibles para la sociedad.
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