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Asociación España-FAO; Repercusiones del Cambio Climático en la agricultura y la alimentación mundial

20/07/2007

La ASOCIACION ESPAÑA-FAO, recientemente constituida con el fin de promover y apoyar las actividades de la FAO, con la que ha firmado un acuerdo de cooperación, y en la que participan el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, la Comunidad Autónoma de Madrid, la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Agrónomos de la Universidad Politécnica de Madrid y la Fundación Foro Agrario, y que preside el Catedrático “Jean Monnet” (UPM) y ex Presidente de la XX Conferencia General de FAO, Jaime Lamo de Espinosa, ha celebrado su primera reunión, el día 27 de junio de 2007, abordando un tema de tanta actualidad y repercusión sobre el devenir de la humanidad y la actividad económica general y, en particular, la actividad agraria, como es el cambio climático, en una Jornada de Estudio y Debate desarrollada bajo el lema “REPERCUSIÓN DEL CAMBIO CLIMÁTICO EN LA AGRICULTURA Y LA ALIMENTACIÓN MUNDIAL”, con asistencia de cuarenta expertos nacionales e internacionales en la materia.

Teniendo en cuenta las ponencias y comunicaciones presentadas a esta jornada, así como el contenido de los debates e intervenciones de los expertos, y deseando dejar constancia de los criterios más relevantes sustentados, los participantes en la Jornada acuerdan adoptar las siguientes

CONCLUSIONES:

I. La información disponible, por medio de los numerosos informes emitidos por instituciones que gozan de toda solvencia científica, permite afirmar que el cambio climático es una realidad.

Así lo atestiguan las variaciones al alza de la temperatura de la superficie terrestre -derivadas, con toda probabilidad, del incremento de las emisiones de CO2 a la atmósfera- y su repercusión sobre numerosos escenarios geográficos, climáticos, botánicos, fenológicos, etc. observables en relación con aspectos también muy diversos.

II. Las repercusiones que se derivan de este fenómeno, de mantenerse las condiciones que lo provocan, llevarían a causar impactos regionales de gran trascendencia sobre la vegetación y su entorno en el conjunto del planeta y, concretamente, en la región mediterránea, que se traducirían en menor disponibilidad de agua, incremento de los períodos secos, pérdida de suelo fértil y aumento de la salinidad del suelo, entre otros.

Particularmente en España, en el estado actual de los estudios, se vaticina una disminución de las precipitaciones (entre el 25 y el 35 %, según la variación de la temperatura), con la consiguiente repercusión sobre la disponibilidad de agua para regadíos y para la producción de energía hidroeléctrica, así como un incremento de la incidencia de las plagas y enfermedades tradicionales y nuevas sobre los cultivos y la ganadería, y por su conducto en la alimentación.

III. Las repercusiones negativas afectarían igualmente, según los informes disponibles, a la actividad pesquera (al poderse producir la extinción de algunas especies) y a los bosques (que sufrirían el impacto como consecuencia del incremento y alcance de los incendios forestales).

IV. Todas estas circunstancias están generando incertidumbres sobre el futuro inmediato, así como a medio y largo plazo, a las que, sin embargo, parece posible hacer frente mediante acciones que permitan mitigar los efectos indeseados y adaptarse a las nuevas circunstancias.

V. Entre las acciones de mitigación se revelan como más apropiadas para su promoción, las correspondientes a la conservación del agua y su uso más eficiente, la reducción de las emisiones de CO2, la sustitución parcial de las fuentes de energía fósil por energía renovable, como los biocombustibles, o la utilización más eficiente de los cultivos agrícolas y forestales como sumideros de CO2.

Entre las acciones de adaptación a promover, se consideran adecuadas la utilización de nuevas especies y variedades vegetales y la revisión y rediseño de los actuales sistemas de producción agrícola, y de las prácticas que conllevan.

VI. Complementariamente a estas acciones, y para hacer frente a las consecuencias del cambio climático con soluciones cada vez más racionales, se considera necesario reconocer la entidad del problema y dar al mismo el tratamiento que merece; en particular, teniendo presente que, según todos los análisis, el factor más determinante de sus efectos es el modelo socioeconómico vigente, cuya revisión y perfeccionamiento se hace imprescindible, a juicio de los participantes en la Jornada.

VII. Para ello, resulta cada vez más necesario promover la cooperación entre los científicos (relación ciencia-ciencia) y de éstos con la sociedad (relación ciencia-sociedad), la coordinación de instituciones con capacidad y competencia sobre la materia, la mejora de las tecnologías aplicadas (como la desalinización o la producción de biocombustibles, promoviendo el avance más rápido hacia los de segunda generación), el avance en el diseño y aplicación de instrumentos de gestión de riesgos, la revisión de políticas públicas, como es el caso de la Política Agrícola Común, en Europa; y todas cuantas acciones puedan contribuir al cambio educacional y cultural y a la fórmula de resolución de conflictos a los que, previsiblemente, darán origen la también previsible menor disponibilidad de recursos.

VIII. En este sentido, se considera que la Agricultura (agricultura, ganadería y montes) puede aportar soluciones al problema mediante la capacidad de absorción de CO2 por los cultivos herbáceos y leñosos, la producción de biocombustibles a partir de materia primas -como es el caso de la biomasa agrícola y forestal- que no tensionen los mercados de productos alimentarios y eviten la especulación que hoy se cierne sobre ellos, así como por la puesta a su disposición de los avances en la mejora genética del material vegetal y animal mediante procedimientos convencionales y biotecnológicos.

Para abordar con solvencia ese papel mitigador, se considera necesario llevar a cabo las simulaciones y balances que, bajo determinadas hipótesis, ayuden a definir la contribución que cabe esperar de la Agricultura, proponiendo los reunidos que sea la FAO quien aborde estos trabajos, dada su idoneidad probada para llevarlos a buen término.

IX. Precisamente y en relación con la situación actual de los mercados de cereales, atribuibles a la utilización de los mismos para la producción de biocombustibles, los reunidos constatan que, lejos de poder considerar a dicha utilización la principal causa determinante del alza de precios, ésta se debe probablemente a la profunda modificación de las políticas de almacenamiento público que han traído como consecuencia una permanente reducción de stocks mundiales de alimentos durante los últimos siete años.

X. La escasez apuntada en estos mercados parece estar en la base del alza en los precios de la tierra en España y en otros países, como Brasil o EE.UU., que también se ha constatado por parte de los presentes, con la consiguiente dificultad para la incorporación de empresarios pequeños y medianos a la actividad agraria y su consiguiente efecto sobre el despoblamiento y la deshumanización del mundo rural.

XI. Dada la especial incidencia que el cambio climático tiene y va a tener sobre los recursos hídricos, se constata que, en el caso español, su conservación y mejora pasaría por un conjunto de acciones mitigadoras como son la modelización de la gestión de dichos recursos a nivel de cuencas hidrográficas; la revisión de los sistemas de producción, adecuándolos al cambio climático; el incremento del uso de volúmenes de recursos hídricos no convencionales, provenientes de la desalación y la depuración; la sustitución de sistemas de riego por aspersión por riego localizado; la mejora en la utilización de energía en los sistemas de riego; la modernización de los regadíos, dando continuidad a los planes en curso; la utilización de nuevas tecnologías de gestión de la distribución del agua, hasta y en la parcela a regar; la integración del uso de aguas superficiales y subterráneas, así como la reconsideración de la política de trasvases de interconexión de cuencas, a efectos de la transferencia de recursos de forma permanente o en circunstancias muy determinadas.

XII. En este sentido, los reunidos coinciden en señalar que todo país moderno y organizado se comporta como un sistema (o conjunto de partes que actuando de manera ordenada persiguen un objetivo común) y que la característica fundamental de cualquier sistema es la interconexión de sus componentes mediante redes y flujos de todo orden, para su eficaz funcionamiento.

De ahí la existencia de redes de transporte y comunicaciones, de telecomunicaciones, eléctricas, alimentarias, informáticas, etc. Y de ahí también, dados los cambios que se avecinan, la necesidad de establecer redes que permitan, en los casos de emergencia, redistribuir los excedentes de agua hacia zonas deficitarias entre los territorios peninsulares, dados los enormes desequilibrios regionales existentes.

Los reunidos coinciden en la conveniencia de estas redes de seguridad para un recurso tan escaso e irregularmente distribuido en la península como es el agua.

XIII. De otra parte, en el ámbito de los recursos hídricos será fundamental adaptarse mejor a las nuevas condiciones que se deriven del cambio climático, a cuyo fin se ha constatado, por medio de los análisis y estudios pertinentes, que existen posibilidades de aumentar la capacidad de embalse de aguas superficiales desde los 53.000 Hm3 actuales a 70.000 Hm3 (lo que representa un aumento de cerca del 25% sobre la capacidad actual). Ello ayudaría a enfrentarse con más garantía a los períodos de escasez que preconizan los estudios sobre el cambio climático hoy disponibles. Igualmente hay que considerar la recarga de los acuíferos subterráneos mediante aportes de aguas superficiales durante los episodios lluviosos, a cuyo fin se hace perentoria la realización de obras hidráulicas y acciones de ordenación del territorio que se proyecten con esa finalidad.

XIV. Dado el gran peso que tiene el regadío sobre nuestra producción agraria y la de los países de condiciones agroclimáticas de carácter mediterráneo, y el hecho comprobado de que, en situaciones de escasez de materias primas agrarias, como la presente, la globalización de los mercados no ofrece garantías bastantes para satisfacer el abastecimiento, se revela estratégico para estos países desarrollar el regadío, y por tanto, la capacidad de embalse, junto con la aplicación de políticas de almacenamiento público estratégico de productos agrícolas de uso alimentario, como la mejor forma de garantizar su independencia alimentaria.

XV. Si bien el cambio climático y su repercusión en la disponibilidad de recursos hídricos van a obligar a adoptar otros modos de distribución y consumo en el ámbito de la agricultura, los asistentes a la Jornada consideran igualmente básico promover la adaptación de los hábitos de distribución y consumo urbano; en particular -y con independencia del cambio de actitud a nivel personal- desde el punto de vista de los diseños arquitectónicos que afectan a la distribución de estos recursos en los hogares y, en general, en los edificios urbanos (oficinas, hoteles y hospitales, entre otros).

Dado el carácter global de la repercusión del cambio climático, se considera procedente que también sea global la forma de abordar su solución, lo que debería llevar a reforzar la cooperación entre instituciones como FAO y las organizaciones de ámbito mundial con capacidad para prescribir normas constructivas orientadas a la ahorro de recursos hídricos

XVI. Al analizar el impacto global del cambio climático sobre la producción vegetal, en términos del aumento esperable de la temperatura y del enriquecimiento de la atmósfera en CO2, básicamente se constata que cabe esperar efectos sobre:

– la producción y consumo de materia seca
– el régimen de heladas y las necesidades de frío de las especies cultivadas
– la demanda de agua
– la mineralización de la materia orgánica del suelo y la liberación de nutrientes en éste
– la biología de los agentes nocivos y la incidencia de enfermedades y plagas.

XVII. El análisis más detallado lleva a concluir que el cambio climático, en los términos señalados, y a reserva de haber considerado a la planta más como un individuo que como un ecosistema compuesto por la propia planta y los organismos que con ella conviven, dará lugar a un incremento de la producción de materia seca, más acusado en las plantas C4 que en las C3; que el probable aumento de temperatura traerá como consecuencia una disminución de las heladas de radiación y el consiguiente adelanto de la floración de las especies; que, contrariamente, cabe esperar efectos más perjudiciales sobre los cultivos por las heladas de advección (olas de frío) y, por último, que la disminución de horas de frío tendrá un efecto igualmente perjudicial sobre la evolución de las plantaciones de frutales.

XVIII. En cuanto al efecto sobre las necesidades de agua para los cultivos, se constata que, a salvo de estudios más detallados, las comparaciones entre localidades españolas donde las diferencias térmicas son hoy del rango anunciado (incremento de 2 ºC de media anual) y con condiciones similares de acción de los restantes factores climáticos (radiación solar, viento, humedad relativa atmosférica, etc.), dichas necesidades, calculadas en términos de ETP, se diferencian en cuantías que varían entre un 7 y 8%, lo que permitiría deducir que éste sería el rango global de aumento de las citadas necesidades.

Este hecho podría atenuar el efecto positivo de los aumentos de producción de materia seca antes señalados, lo que se podría contrarrestar auspiciando el desarrollo de programas de I+D+i en relación con la eficiencia en el uso del agua en agricultura, tanto en la puesta a punto de sistemas de laboreo, como en los ámbitos de la mejora genética orientada a la reducción de las demandas de agua de las especie cultivadas, la reducción de factores que afectan la eficiencia de absorción y usos del agua por la planta, y la propia organización de los sistemas de distribución de agua de riego, a la que ya se ha hecho referencia anteriormente.

XIX. El ascenso térmico tendrá efectos perjudiciales sobre la conservación de la materia orgánica del suelo, provocando una mayor pérdida de la misma, evaluable en el área mediterránea, a partir de trabajos prácticos, entre 50 y 400 kg de humus/ha.año, con los consiguientes efectos sobre las propiedades físicas, químicas y biológicas del suelo.

En otro sentido, hay que prever un aumento en la disponibilidad de nutrientes, como consecuencia de la mineralización de la materia orgánica del suelo, que se puede cifrar, asimismo en el área mediterránea, en valores del orden de 5-10 kg de N-NO3/ha.año; 1-2 kg de P2O5/ha.año y 4-6 kg de K2O/ha.año, así como una mayor oxidación de micronutrientes. Todo ello dará lugar a una pérdida de elementos minerales en el suelo que habrá que restituir.

XX. Ante el aumento en la concentración de CO2 en la atmósfera, cualquiera que sea la causa que lo origine, se constata que los cultivos son ya, y pueden serlo más en el futuro, un aliado de primera magnitud para reducir ese aumento, al ser captadores eficientes de CO2 -como lo prueban las cifras que varían entre las 10 t/ha.año para los cultivos extensivos de secano, 20 t/ha.año en los cultivos forrajeros y praderas, y más de 30 t/ha.año para los cultivos intensivos de regadío- que pueden ser utilizados como fuente posterior de energía o como sumideros de CO2 que puede quedar almacenado en el suelo en forma de materia orgánica residual.

XXI. Ante los hechos expuestos, los reunidos quieren llamar la atención sobre el papel beneficioso que la agricultura puede y debe jugar en relación con la mitigación de los efectos que cabe esperar del cambio climático, en los términos considerados por los trabajos más recientes, y reclaman la creación de corrientes de opinión que favorezcan el desarrollo de la actividad agraria y de los medios de todo orden que puedan hacerla cada vez más efectiva, en relación con la intensidad del cambio que se avecina o, incluso, aún cuando se tratara de enfrentarse a los efectos actuales, si es que el cambio climático no llegase a tener la intensidad que se prognostica.

XXII. Por lo que se refiere a los efectos del cambio climático sobre las plagas y enfermedades, y partiendo del hecho de que, según estimaciones científicas recientes, las enfermedades reducen del orden del 12 al 13 % el rendimiento anual alcanzable de los cultivos de mayor importancia para la alimentación y la industria, se constata que, según los estudios e investigaciones disponibles, aunque limitadas y fragmentarias, las modificaciones ambientales que el cambio climático trae consigo alterarán los ciclos vitales de los patógenos y de la patogénesis en las enfermedades, así como la fisiología de las interacciones entre la planta y el patógeno, cuyas consecuencias más probables serían:

– cambios en la distribución geográfica de los patógenos
– cambios en la incidencia y severidad de las enfermedades que repercutirán sobre las pérdidas de rendimiento que originan
– modificaciones en la eficiencia de las estrategias empleadas para el control de las enfermedades

XXIII. En efecto, el incremento de la temperatura invernal promoverá la supervivencia de hongos, bacterias y nematodos fitopatógenos e insectos vectores de virus y contribuirá a expandir su distribución geográfica y a acentuar la incidencia y severidad de las virosis.

De otra parte, el aumento de la biomasa vegetal y de su contenido en carbono, favorecidos por niveles elevados de CO2, incrementará la extensión y duración de períodos de humectación a favor de infecciones foliares por hongos y bacterias fitopatógenos; y la reducción de la relación C/N en los restos de tejidos infectados reducirá su descomposición microbiana, prolongando la supervivencia de los agentes fitopatógenos que son incorporados al suelo en dicho restos, con la consiguiente aparición de epidemias más tempranas y severas de enfermedades causadas por hongos y bacterias.

XXIV. El aumento de temperatura puede reducir la eficiencia en el control de enfermedades de numerosos genes de resistencia contra hongos, bacterias y nematodos que se han demostrado termo-sensibles. Además, el estrés hídrico-térmico puede determinar cambios en la fisiología de la planta susceptible y la predisposición a ataques más severos por patógenos que son de virulencia escasa o moderada cuando los cultivos se desarrollan sin tal estrés.

XXV. En cuanto al impacto del cambio climático sobre el control de las enfermedades, se constata que puede ser especialmente relevante en el caso de la utilización, preferentemente, de estrategias no-químicas, promovidas por un modelo radicalizado de agricultura sostenible. En este sentido, no debe ser desestimada la previsible repercusión negativa del cambio climático sobre la consistencia y eficacia de medidas de lucha de naturaleza cultural (ej., modificaciones en la fecha de siembra, rotaciones de cultivo, practicas de no laboreo) y, en particular, las de control biológico, dada la vulnerabilidad de los agentes microbianos a variaciones extremas en los factores ambientales.

XXVI. Las estrategias de control químico también pueden ser influidas negativamente por el cambio climático, debido a que las modificaciones de la temperatura, precipitaciones y biomasa vegetal pueden alterar la dinámica temporal de retención de los depósitos de fungicidas protectores sobre los tejidos tratados, así como sobre la absorción y translocación de los fungicidas sistémicos.

XXVII. Mientras que es difícilmente rebatible que el cambio climático repercutirá sobre la sanidad de los cultivos y la productividad agrícola; en el actual estado del conocimiento derivado de las investigaciones fitopatológicas realizadas hasta ahora no resulta posible, sin embargo, predecir los impactos negativos sobre el rendimiento y calidad de las cosechas que tendrán lugar como consecuencia de las modificaciones en las variables climáticas, así como establecer generalizaciones respecto de las estrategias adecuadas para minimizarlos.

Los reunidos consideran que, para ello, será necesario desarrollar modelos cuantitativos que permitan explorar simultáneamente escenarios múltiples e interacciones complejas entre variables climática y parámetros epidémicos de las enfermedades; complejidad que reclama de los centros universitarios la formación de técnicos superiores con el suficiente nivel de especialización profesional en materia de Sanidad Vegetal, como para poder abordar con éxito los retos que plantean los trabajos reseñados.

XXVIII. Los participantes en la Jornada, al aprobar estas Conclusiones, agradecen a la ASOCIACIÓN ESPAÑA-FAO y a la FUNDACIÓN FORO AGRARIO la oportunidad de que puedan ver la luz y le encomiendan que las hagan llegar a las distintas instituciones y representaciones políticas, económicas y sociales de ámbito autonómico, nacional e internacional con intereses y responsabilidades en la producción agraria, en su relación con el cambio climático.

XXIX. Las diferentes intervenciones científicas y técnicas fueron mantenidas por las siguientes personalidades:

– Cambio climático, agricultura y alimentación. Jaime Lamo de Espinosa y Michel de Campourcin. Presidente de AEFAO y Catedrático Jean Monnet.

– El cambio climático, la producción de alimentos y el hambre en el mundo. Wulf Killmann. Presidente del Grupo Inter-Departamental de la FAO sobre Cambio Climático y Director en la Dirección de Productos y Economía Forestales.

– El cambio climático a escala global. Ana Iglesias Picazo. Dra. Ing. Agrónoma. Universidad Politécnica de Madrid.

– Impactos del cambio climático sobre los mercados agrícolas internacionales. Ramón Tamames. Catedrático Jean Monnet.

– Impactos del cambio climático sobre los recursos hídricos agrícolas. José Eugenio Naranjo, Subdirección General de Regadíos y Joaquín González Burdiel, Grupo TRAGSA.

– Impactos del cambio climático sobre la producción vegetal. Pedro Urbano Terrón. Catedrático de Producción Vegetal Fitotecnia. Universidad Politécnica de Madrid.

– Impactos del cambio climático en las plagas y enfermedades. Rafael M. Jiménez Díaz. Catedrático de Fitopatología. Universidad de Córdoba.

Madrid a 27 de junio de 2007

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