La obtención de variedades de tomate de buena calidad gustativa es actualmente uno de los principales objetivos de la mejora genética de esta especie agrícola. Hasta ahora los mayores esfuerzos se han dedicado a las necesidades de los productores (mayor productividad, resistencias a plagas y enfermedades, firmeza y conservación del producto etc.). Sin embargo cada vez hay mayor demanda hacia tomates con más y mejor sabor orientando también la de las variedades de tomate que se siembran.
En este sentido, el Instituto de Investigaciones Agrarias de Francia (INRA) mantiene un importante programa de investigación en el que utiliza su amplia colección de cultivares de tomate de todo el mundo.
La calidad organoléptica del tomate no depende solamente de la genética, sino de otros factores como la forma de cultivo, el momento de recolección, la conservación postcosecha y la comercialización. Sin embargo, la genética puede influir de forma decisiva en la calidad del fruto si el resto de condicionantes ambientales se gestionan adecuadamente.
El INRA ha analizado exhaustivamente su colección de variedades cacarterizando las regiones cromosómicas que controlan característica cuantitatvas, como es el caso de la calidad gustativa. Uno de los hallazgos interesantes ha sido una variedad de pequeño tamaño, tipo cereza, de características organolépticas notables, que se ha cruzado con otra variedad de frutos grandes pero más insípida, detectándose en la descendencia una gran variabilidad y construyéndose sobre ella un mapa genético de la calidad gustativa, con la ayuda de marcadores moleculares, llevándose paralelamente un programa para obtener tomates con el aroma y sabor del tomate-cereza en variedades de valor agronómico.
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