Según un estudio de la organización de ayuda y desarrollo internacional CARE, unas buenas prácticas agrarias y medioambientales pueden prevenir desastres naturales, sobre todo en países en desarrollo.

La década de los 90 designada por Naciones Unidas como la década de prevención de los desastres naturales fue récord en los mismos. Millones de personas sufrieron los efectos de inundaciones, tormentas, terremotos, corrimientos de tierras e incendios, con un elevado coste económico y en vidas humanas.

Las buenas prácticas agrarias pueden reducir la vulnerabilidad frente a estas catástrofes naturales que causan 20 veces más daños en países en desarrollo que en países desarrollados, debido a factores como deforestación, excesiva población, debilidad económica y uso inadecuado de los recursos naturales.