Según un informe del Servicio Internacional para la Adquisición de Aplicaciones de la Biotecnología (ISAA); el 80% de la superficie de maíz que se cultiva en todo el mundo, estimada en 140 millones de hectáreas, se siembra con variedades obtenidas mediante la mejora genética. Dos tercios del total son variedades híbridas, el 13% son variedades de polinización abierta y solamente el 20% son variedades tradicionales que se siembran con semillas de reempleo, que se dan solamente en la agricultura de subsistencia en países en desarrollo.
En los países desarrollados el 94% de la superficie de maíz se siembra con variedades híbridas, el 4% con variedades de polinización abierta y no existen prácticamente agricultores que reempleen el grano como semilla. En los países en desarrollo, el 70% de la superficie se siembra con variedades mejoradas genéticamente, de las cuales el 54% son híbridas, el 16% de variedades de polinización abierta y un 30% con grano de reempleo.
En gran parte de los países en desarrollo el porcentaje de siembra con variedades mejoradas es muy alto entre el 70% y el 90%, siendo la mayor parte híbridos, ya que el reempleo de semillas de maíz se concentra en su zona de origen de México y Centroamérica y en África Central.
Existe ya por tanto en los países en desarrollo una gran proporción de maíz de variedades obtenidas por la mejora genética, siendo además la mayor parte semillas híbridas, las cuales tienen la característica de una mayor productividad y el inconveniente de no poderse reemplear en la práctica por parte de los agricultores; una característica tecnológica que a menudo se emplea en la retórica en contra de los OMG, pero que nada tiene que ver con la ingeniería genética, sino con las características genéticas de cada especie y variedad.
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